sábado, 8 de enero de 2011

Diario "Bild": Alemania sabía que Eichmann estaba oculto en Tucumán

El servicio secreto de la Alemania occidental ocultó seis años el paradero del nazi Adolf Eichmann, publica este sábado el diario Bild. "Una revelación sorprendente".


Bajo el nombre falso de Ricardo Klement, Eichmann consiguió documentos otorgados por el gobierno peronista de Tucumán. | Ampliar imagen
Eichmann, que vivía bajo la identidad falsa de Ricardo Klement, estuvo radicado en Tucumán, y luego trabajaba como operario en una fábrica del constructor alemán Mercedes, cuando fue secuestrado en Buenos Aires el 11 de mayo de 1960 por un comando del servicio secreto exterior de Israel (Mossad). El antiguo SS-Obersturmbannführer (teniente coronel de las SS nazis) fue juzgado en Israel y ejecutado el 31 de mayo de 1962.

El popular diario Bild denuncia que Eichmann "pudo haber sido atrapado mucho antes" y reproduce un documento del espionaje alemán, con fecha de enero de 1952. En este documento se lee: "Eichmann no está en Egipto, sino que se oculta bajo el nombre falso de Klement en Argentina; la dirección de Eichmann es conocida como El Camino por el director del periódico alemán en Argentina".

 No fue hasta 1958 cuando el servicio secreto germano occidental informó a la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) de que Eichmann estaba oculto en Argentina, según aclaran documentos estadounidenses desclasificados en 2006.

El diario alemán recoge las declaraciones de la historiadora Bettina Stangneth, quien asegura que el documento ahora revelado "es sensacional".

"No se sabía hasta ahora que el servicio secreto germano occidental conocía ocho antes de su detención dónde se escondía Eichmann", señala Stangneth en el periódico.

Adolf Eichmann fue capturado tras la II Guerra Mundial por el Ejército de Estados Unidos, que desconocía su identidad, y huyó de su custodia en 1946.

La Oficina de Asuntos Judíos que dirigía Eichmann era parte de la Oficina IV de la RSHA, la Oficina Central de Seguridad del Reich. El nombre con el que ganó fama esta Oficina IV es el de Gestapo y su director fue el muy vivo Heinrich Müller, que se esfumó para siempre jamás en la posguerra. Su subordinado encargado de la vasta organización de la masacre fue más quedado.

La última misión de Eichmann fue liquidar al medio millón de judíos húngaros, que mientras Hungría fue aliada alemana estuvieron más o menos a salvo. Terminada la misión, se le encargaron tonteras diversas hasta que fue capturado, en buena medida por su total parálisis mental si no le llegaban órdenes.

Eichmann estuvo prisionero hasta que se empezó a hablar de él, cuando se fugó del facilísimo campo de prisioneros de guerra y se instaló en un pueblito del norte, en la zona de ocupación inglesa, criando pollos y cortando leña. En 1950 fue sacado a las apuradas de Alemania y llevado a Italia. El apuro era porque su permiso de inmigrante, emitido en 1948, se estaba por vencer.

Los curas italianos capitaneados por el obispo Hudal le consiguieron papeles italianos que lo presentaban como Riccardo Klement. Con su nueva identidad, Eichmann desembarcaba en Buenos Aires el 14 de julio de 1950, identificándose como “técnico” ante una Dirección de Migraciones poco propensa a indagar.

Cuenta el investigador Uki Goñi en su libro La auténtica Odessa que al muy influyente oficial de la SS llegar a la Argentina le significó una brusca caída de estatus social. Pronto andaba por Tucumán, trabajando para la Capri, una supuesta empresa de ingeniería que era tan ransparentemente una excusa para emplear nazis que la comunidad alemana la llamaba Compañía Alemana Para Recién Inmigrados.

Eichmann vivía confortablemente en la tropical Tucumán: le gustaba el clima, nadie lo molestaba, le habían dado una cédula, sus jefes y compañeros de trabajo eran tan nazis como él y hasta tenían la protección explícita del obispo local Agustín Barrére. En 1952, el SS traía a su familia al nuevo país. Tenía una cédula de identidad emitida por el jefe de Policía de Tucumán, Amado Juri.

Pero en 1953 comenzaron los problemas. La fiesta de Capri se acabó y los Eichmann se mudaron a Buenos Aires, alquilando un chalecito en Olivos. Papi Adolf montó una lavandería con ex compañeros de Capri, abrió una tienda de tejidos, fue jefe de transportes de la empresa de sanitarios Efeve, fue encargado de un criadero de conejos: en todo le fue mal.

Su consuelo eran los amigos –Josef Mengele, el comando Otto Skorzeny, el Gestapo y exterminador de judíos Rudolf Mildner– y dictarle sus memorias a un flamante conocido, el holandés Willem Sassen.

Sassen hasta intentó vender el relato a una revista alemana, pero el trato se cayó porque no quería nombrar a su autor (los materiales terminarían ganando fama gracias al negador del Holocausto David Irving).

Eichmann se buscó otro conchabo y, gracias a Mengele, pasó a ser obrero de la fábrica de calefones Orbis, propiedad del nazi Roberto Mertig, amigo íntimo del médico de Auschwitz. Dieciséis meses después, Eichmann consiguió su último empleo, en la Mercedes Benz de González Catán. Ya vivía en Garibaldi 6061, San Fernando, la casa donde lo secuestraría el Mossad.
Fuente: Diario Contexto de San Miguel de Tucumán

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