jueves, 31 de marzo de 2011

Domingo Cavallo, a 20 años de la convertibilidad

"Aunque se planche el dólar como lo hace el Gobierno, es probable que la inflación no se frene" Por: Liliana Franco
"El padre de la convertibilidad", así se lo conoce al exministro de Economía, Domingo Cavallo. Su plan, implementado a principios de la década de los 90, fue inicialmente exitoso y logró bajar drásticamente la inflación. Tras décadas de convivir con un marcado proceso inflacionario - que hasta llegó a la hiperinflación -, la sociedad argentina comenzó en aquel entonces a valorar la estabilidad de precios, la posibilidad de planificar, de ahorrar. La convertibilidad no fue sólo una herramienta económica, también fue un factor político importante que le permitió al entonces presidente Carlos Menem lograr un segundo periodo por el apoyo de lo que dio en llamarse popularmente el "voto cuota". Más aún, radicalismo obtuvo la victoria en la elecciones del 1999 en parte porque se comprometió a mantener el régimen de la convertibilidad. Sin embargo, los desequilibrios que provocó mantener un tipo de cambio fijo y bajo (desplazamiento de producción nacional por productos importados, elevados endeudamiento) obligaron a que los radicales tuvieran que convocar "al padre de la criatura" para que sea el mismo que creó el sistema, el encargado de desarmarlo. Se pensó que al sumarlo como ministro de Economía, Cavallo podría "tranquilizar a la población" y posibilitar una salida del sistema sin que se produjera un estallido inflacionario. Al principio, logró aceptación por parte de la sociedad, pero esto no duró mucho, la desocupación y la caída de la actividad económica no dieron tregua y la convertibilidad terminó hundiéndose en la crisis del 2001.



Luego de 20 años de una medida económica que, en su momento fue muy valorada, Domingo Cavallo en una entrevista con ambito.com recuerda cómo fue la gestación del Plan y analiza que errores se cometieron. También, como economista advierte el riesgo que enfrenta hoy la Argentina por una inflación que, sostiene, no para de crecer. A continuación los aspectos más salientes de la entrevista:

P.: ¿Cómo fue que diseñó la Convertibilidad?

Domingo Cavallo: Argentina estaba sufriendo una hiperinflación desde fines de 1988 y luego de 15 años en estanflación y con una historia de 45 años de inflación persistente. Había que revertir un fenómeno inflacionario duradero que había llegado a una situación de virtual destrucción del sistema monetario. Entonces, pensé que había que reconstruir un sistema monetario para Argentina. Sabía que casi todos los sistemas monetarios habían nacido a través de un régimen de moneda patrón, la moneda local sujeta a un patrón determinado, para dotarla de credibilidad. Los que trabajamos en este tema pensamos en un esquema de moneda respaldada por el dólar, al estilo del sistema de Bretton Woods. Esa fue la idea. Argentina tenía un antecedente, había tenido la moneda atada al patrón oro desde 1891 hasta 1930, a través de la Caja de Conversión. Se nos ocurrió que esa era la manera de recrear un sistema monetario para Argentina y dio resultado. La gente empezó a razonar como en los países que tienen moneda creíble.

P.: ¿Cuánto tiempo llevó el diseño del plan de convertibilidad y quiénes trabajaron en él?

D.C.: Lo veníamos discutiendo con Juan Llach, Horacio Liendo y Carlos Sánchez. Yo tenía la idea de que se aplique inmediatamente que asumiera el nuevo gobierno de Carlos Menem, pero los dos primeros ministros de Economía no estuvieron interesados, pues tenían otro esquema en mente. Cuando asumió Erman González, tampoco lo aplicó a pesar de que tuvo hiperinflación en 1990. En ese entonces fui designado ministro de Economía y tomé la decisión de que tan pronto como el Congreso aprobara la ley, pondríamos en marcha el nuevo sistema. Presentamos el proyecto de ley el 14 de marzo, se aprobó el 28 de marzo y el 1º de abril entró en vigencia.

P.: ¿A su juicio, qué factores contribuyeron para que la medida tuviera la aceptación que tuvo?

D.C.: La gente estaba cansada de sufrir la inflación y la hiperinflación de los últimos 3 años. Estaba ansiosa por vivir en estabilidad y, entonces, al ofrecérsele un plan que de cuajo eliminaba la inflación y ofrecía la posibilidad de vivir como se vive en economías estables, obviamente lo aceptó.

P.: ¿De qué manera se eliminó de cuajo la inflación?

D.C.: La inflación es un fenómeno que tiene que ver con la confianza que inspira la moneda, cuando la gente piensa que se desvaloriza día a día, sale a gastar la plata ni bien la recibe y entonces la velocidad de circulación de la moneda es prácticamente infinita. Al introducirse una moneda que promete no devaluarse o desvalorizarse, la gente no está desesperada por gastar su plata. Tampoco los comerciantes están desesperados por aumentar porque saben que el precio fijado para esa moneda no va a quedar atrasado. Es un problema de cambio en las conductas individuales que se logra cuando se cree en una moneda de valor estable.

P. En este caso, el respaldo del dólar...

D.C.: La gente ya estaba acostumbrada a manejarse con el dólar porque las transacciones se hacían más en dólares que en australes, porque éste se desvalorizaba permanentemente. Era imposible recordar los precios en australes porque cambiaban constantemente por eso la gente tenía en su mente los precios en dólares. Al fijar una nueva moneda cuyo valor era igual al dólar y su respaldo era en dólares, pero también dando la libertad de poder manejarse en dólares, la gente sintió que estaba viviendo en un clima de estabilidad. A partir de ahí la economía empezó a mejorar sin inflación, y no fue necesario una recesión como sucede en muchos países. La economía empezó a crecer de inmediato, es más en el primer año se creció un 10%.

P. ¿Cree que la convertibilidad debía haberse ido flexibilizando con el tiempo?

D.C.: Siempre pensé que a la convertibilidad -con tipo de cambio fijo- iba a seguir un período de convertibilidad con un tipo de cambio flotante, como en todos los países. Por ejemplo, Singapur tuvo primero convertibilidad de tipo de cambio fijo con la libra esterlina. Cuando la libra se desvalorizó pasó al dólar y luego dejaron flotar el dólar de Singapur y desde entonces tienen convertibilidad flotante. Convertibilidad significa que se puede convertir la moneda sin ningún tipo de limitación a cualquier otra moneda. Puede ser con tipo de cambio fijo en relación a alguna moneda patrón o puede ser como la mayoría de las monedas convertibles pero flotantes, una moneda que no tiene valor fijo respecto a las otras sino flotante, como ocurre con el euro, el dólar canadiense o australiano y el yen, y como va a tender a ocurrir con el yuan. El yuan todavía está en la etapa que el gobierno no quiere despegar su valor del dólar, pero la tendencia es a que el yuan se valorice cada vez más, como debe ocurrir con un país que parte de niveles de productividad muy bajo y que luego tiene un gran aumento en la productividad. Esto debería haber ocurrido en Argentina, que debería haber pasado de convertibilidad con tipo de cambio fijo a convertibilidad flotante.

P. ¿Cuándo hubiera sido conveniente hacerlo?

D.C.: El momento oportuno hubiera sido en 1997, porque había una enorme entrada de capitales. En ese momento habría que haberlo dejado flotar y el peso no se hubiera devaluado, sino que se hubiera apreciado.

P.: Si bien usted ya no estaba en ese momento en el Ministerio de Economía, ¿por qué cree que no se hizo, por qué la resistencia a abandonar la convertibilidad?

D.C.: Había resistencia. En ese momento a los exportadores no les convenía la flotación porque iba a apreciarse la moneda (y les sería más difícil exportar); a los bancos tampoco porque preferían que entraran muchos capitales, ya que el BCRA compraba dólares y eso les daba liquidez para prestar plata. Y a las provincias, que eran las que estaban gastando mucho y necesitaban pedir crédito a los bancos, tampoco les convenía porque si se dejaba flotar, el BCRA no monetizaría los dólares y los bancos no tendrían liquidez para prestarles. Lamentablemente se unieron los intereses de los exportadores, de los financistas y de los gobiernos provinciales para resistir la libre flotación del peso. Eso significó que los bancos dieron mucho crédito a provincias, que gastaron más de la cuenta, se endeudaron con el sistema bancario y ahí se fue gestando la crisis financiera de fines de 2001 que llevó a la destrucción del sistema monetario y de todas las reglas de juego que se habían instalado en los 90. El error no estuvo en no haber devaluado, sino en no haber dejado flotar cuando la moneda en lugar de devaluarse tendía a apreciarse. Todos los países que abandonan el tipo de cambio fijo lo hacen para que la moneda se aprecie, no para que se deprecie.

En el caso nuestro, la decisión de abandonar la convertibilidad fue la misma decisión que defaultear la deuda. El abandono de la convertibilidad fue la forma de defaultear la deuda interna. La pesificación de los pasivos y activos más el abandono de la convertibilidad fue una forma de licuar las deudas, pero también se licuaron los activos de la gente, o sea, se desvalorizó el ahorro de la gente, con un costo social enorme y reintroduciendo la inflación como problema crónico de la economía.

P.: Una de las críticas que se le hace a la convertibilidad fue que no permitió a los sectores industriales competir con la oferta externa....

D.C.: Esa crítica no la hacían cuando yo estaba al frente del Ministerio sino a partir de 1999 cuando Brasil devaluó. El problema de la desocupación y des industrialización sobrevino como consecuencia de que el dólar se hizo fuerte respecto a casi todas las monedas, en particular el real y el euro. En ese momento el dólar estaba demasiado fuerte, nuestra moneda atada al dólar estaba demasiado fuerte, y las provincias en particular y el Estado nacional en alguna medida, se habían endeudado con el sistema bancario argentino a tasas de interés exorbitantes y no podían saldar esas deudas. Eso fue gestando la crisis financiera que hizo eclosión en el segundo semestre del 2001.

P.: ¿Usted fue convocado por el gobierno de la Alianza para desarmar la convertibilidad?

D.C.: No, fui convocado para desarmar el tipo de cambio fijo. La convertibilidad la defendía a muerte. Para mí, uno de los problemas que tiene Argentina hoy es que no tiene una moneda convertible, hay muchas restricciones para comprar o vender dólares, ya ha aparecido el mercado paralelo lo que va a acentuar los problemas a futuro. Yo nunca hubiera permitido que la moneda se transformara en inconvertible como es ahora, una moneda prácticamente desvinculada de las demás monedas del mundo, no tanto en valor sino en la posibilidad de que se convierta la moneda argentina en otras y viceversa. Lo que yo sí quería desarmar era el tipo de cambio fijo, pero como ya en ese momento haber dejado flotar hubiera significado lo que después ocurrió en 2002 -una fuerte devaluación-, y hubiera habido mucha presión para la pesificación y para todo lo que finalmente hizo Duhalde, yo no era partidario en ese momento de la libre flotación sino de flexibilizar el tipo de cambio fijo por vía de una canasta de monedas. La idea era que cuando el dólar se igualara al euro, un peso iba a valer un dólar o un euro. Desde ese día íbamos a decir que el peso podía flotar entre el peso y el dólar. Si el dólar estaba más fuerte que el euro, el peso podía debilitarse tanto como el euro, y si el euro estaba más fuerte que el dólar, el peso podía mantenerse como el dólar. Es decir, íbamos a un sistema de flotación pero dentro de un margen o intervalo definido por las dos principales monedas del mundo.

P.:¿Hoy contra que flotaría el peso?

D.C.: Hoy sería igual al dólar porque el dólar está muy débil. El dólar de hoy no es el de aquella época, hoy no sería necesario devaluar el peso porque el dólar ya está devaluado frente a todas las monedas. Hoy los precios en dólares son altísimos para nuestros productos de exportación.
El problema no se suscitó cuando el dólar estaba débil como está ahora, sino cuando el dólar estaba fuerte como ocurrió entre 1995 y 2002 porque en 1995 se devaluaron varias monedas como el yuan chino y el peso mexicano. En 1997 se devaluaron frente al dólar muchas monedas asiáticas. En 98 el rublo ruso, en 99 se devaluó el real -el que más nos afectó- y hasta mediados 2002 estuvo devaluándose el euro. En ese período el dólar se fue haciendo fuerte y nosotros estábamos atados a la moneda más fuerte de todas. Eso fue inconveniente. Si nos hubiéramos desenganchado del dólar a mediados de 1997, lo hubiéramos hecho sin trauma porque había mucha entrada de capitales y el peso se hubiera apreciado, pero después, cuando se devaluó el real, el peso seguramente también se hubiera devaluado con respecto al dólar. Pero una devaluación como la que ocurre hoy con las monedas flotantes, es decir, que no tiene efecto traumático porque es la otra cara de la moneda de lo que ocurre con los precios. La moneda devaluada en 1999 y 2000 no hubiera significado inflación en Argentina porque los precios internacionales estaban por el suelo. Ahora sería al revés, ahora nuestra moneda estaría quizás apreciada frente al dólar, lo que le pasa a Brasil. El dólar ahora está muy débil, si uno se ata ahora al dólar se corre el riesgo de importar inflación, pero desatarse del dólar y dejar que la moneda se aprecie mucho puede crear problemas a los sectores comercializables internacionalmente.

P. ¿Qué ventaja tendríamos hoy de haber adoptado el sistema de flotación del peso en función de una canasta de monedas?

D.C.: La ventaja que tendríamos hoy si tuviéramos una moneda convertible y flotante, es que tendríamos inflación baja, no tendríamos el problema de 25 a 30% de inflación que tenemos hoy.

P. Se están escuchando quejas en Argentina porque muchos sostienen que si bien el tipo de cambio no es fijo, prácticamente se está en una situación parecida a la de la convertibilidad. ¿Coincide con este análisis?

D.C.: El problema actual de Argentina es porque no se dejó flotar la moneda. Después de devaluar y del zafarrancho que se hizo en 2002, a fines de ese año se necesitaban 4 reales para comprar un dólar y 4 pesos para comprar un dólar. Si Argentina hubiera hecho lo mismo que Brasil -dejar flotar el peso- hoy el peso estaría como el real, bastaría 1,70 peso para comprar un dólar. Argentina estaría mucho mejor porque los precios no hubieran subido tanto como subieron. Al no haber dejado flotar la moneda y al haber comprado el BCRA muchos dólares para evitar la apreciación del peso, permitió que subieron todos los precios y los salarios. Hoy día, en realidad si se compara el precio del dólar con los costos internos, la situación es ya cercana al límite. Si los precios internos siguen aumentando y el dólar no aumenta, la gente va a sentir que Argentina dejó de ser competitiva. Pero la cuestión es que una vez que se reintroduce la inflación en la economía, hay lo que se llama una inercia inflacionaria. Ahora, aunque se planche el dólar como lo hace el Gobierno, es probable que la inflación no se frene. La inflación ya está metida dentro de la economía, lo que significa que dentro de algún tiempo, es difícil decir cuánto, el dólar va a tener que pegar un salto hacia arriba y en ese momento va a haber una sensación de crisis porque un salto del dólar cuando la inflación tiene una inercia como la actual, puede significar un proceso de espiralización inflacionaria.

P.:¿Todavía no se ven condiciones de espiralización de la inflación?

D.C.: Todavía no porque el dólar, al estar tan débil en el mundo y los precios de exportación tan elevados, están ayudando a Argentina a prolongar este período de recuperación de precios y salarios respecto al nivel del dólar, pero si se revierten o cambian un poco las tendencias internacionales y si Argentina sigue emitiendo al nivel actual y gastando como lo hace el sector público, seguirá acortando el plazo que falta hasta que haya peligro de espiralización de la inflación por una nueva devaluación de la moneda.

P.: ¿Argentina volvería entonces a enfrentar una crisis?

D.C.: Sólo si no se ataca el problema inflacionario antes. Seguro que antes de una elección no va a haber señales en esta dirección. Por parte del Gobierno no la puede haber porque significaría reconocer que la inflación existe, y la estrategia del gobierno es desconocer ese problema. Pero por parte de la oposición tampoco. Si la oposición bosquejara un plan antiinflacionario el gobierno diría que la oposición está buscando enfriar la economía y eso le puede restar votos. En un clima pre-electoral, lo más probable es que nadie hable de un plan serio para revertir el problema. Gane quien gane las elecciones, apenas asuma el nuevo gobierno, lo primero que va a tener que hacer es enfrentar el problema inflacionario. De lo contrario, cada vez estaremos más cerca de una situación crítica.

P.: ¿Realmente lo ve factible? Porque no suelen ser populares los planes para frenar la inflación....

D.C.: Es posible, cuando se ha instalado una inercia inflacionaria, como la actual, la gente sufre el fenómeno y todos demandan una solución. Pero, es más difícil encarar el problema cuando todavía no se ha transformado en explosivo. Un gobierno inteligente, después de ganar las elecciones, en vez de gobernar con la espada de Damocles en el sentido que puede precipitarse la crisis, lo que más le convendría es hacer un plan antiinflacionario serio de entrada, que va a ser menos costoso que un plan en medio de una tremenda crisis. Si quien gana las elecciones entiende bien los riesgos que tiene, con un panorama de cuatro años y con la baja probabilidad que existe de que puede tirar cuatro años más así como se ha venido tirando en últimos tiempos, lo más sensato sería encarar el problema de entrada, gane quien gane las elecciones, ni bien asuma el nuevo gobierno.

P.: Si esto ocurriera, si el nuevo gobierno buscara un plan para frenar la inflación, ¿cómo debería ser?

D.C.: Tiene que producir un sinceramiento en la economía, no se puede frenar la inflación manteniendo los desequilibrios fiscales en potencia que hoy existen por los enormes subsidios para mantener congelados el precio del transporte, electricidad, gas, en general los servicios de infraestructura. Habría que hacer un programa gradual de sinceramiento y de eliminación de esos subsidios.

P.: Desde el punto de vista político, ¿cree que es viable ajustar las tarifas?

D.C.: Va a ser más viable apenas asuma en un nuevo gobierno que a medida que pase el tiempo y se aproximen nuevas elecciones. Todo está en la inteligencia del nuevo gobierno. Además, no es la única medida el ajuste de tarifas, hay que bajar el gasto, eliminar impuestos distorsivos que desalientan la inversión y producción. Se necesita un programa económico integral creíble para la gente, explicado de manera sincera. No es fácil esa tarea, nunca ha sido fácil frenar un proceso inflacionario, por eso Argentina lo frenó 45 años después de que empezó la inflación. Todos los planes anteriores, el del 52 de general Perón, el de 58-59 de Arturo Frondizi, el de Adalbert Krieger Vasena, todos los planes de estabilización terminaron mal. A los dos o tres años, se abandonaron y la inflación fue más alta que antes de implementar el plan. Por eso pasamos de una inflación del 15% al 30% anual a superior al 150% después del Rodrigazo y a la hiperinflación del 89. Luchar contra la inflación es muy complicado y requiere gran determinación e inteligencia política, además de una gran convicción de que la inflación es mala para la economía y que es la principal causa del aumento de la pobreza. Los dirigentes brasileños tienen esa concepción. Lula hizo todo lo contrario a lo que hizo Duhalde, no quiso que en Brasil se reintroduzca la inflación como le pasó en 2002 en Argentina, que multiplicó el número de pobres. Lula quiso luchar contra la inflación y puso en el Banco Central a alguien que manejó la política monetaria para lograr estabilidad de nuevo, por eso Brasil hoy tiene inflación baja. La actual presidenta Russeff enfatizó que no va a dejar que la inflación suba porque sabe que el progreso social de Brasil se debe principalmente a que pudo eliminar la hiperinflación y luego mantener baja la inflación a lo largo de más de 15 años.

P.: Parecería que hoy el argentino no tiene ese temor que había antes por la inflación, hasta se escucha como argumento que con inflación se puede crecer...

D.C.: Eso se decía en Argentina en los 50 hasta los 70. Se dejó de decir en los 80 cuando se cayó en la hiperinflación. Lo que se está observando no debe sorprenderos porque así pensamos los argentinos durante 45 años hasta 1990. En el resto de América Latina se pensaba así también, casi todos, Chile también, lo lamentable de Argentina es que la lección de la hiperinflación parece haberse borrado de la mente de los argentinos, cosa que no ocurrió con los brasileños, chilenos, peruanos, mexicanos. Esos países están como vacunados contra la inflación, como le pasó a Alemania. En Argentina parece que hemos vuelto a las andadas, a creer que un poquito de inflación es bueno y ayuda a mejorar la calida de vida. Los dirigentes no deberían pensar así porque cada vez va a haber más inflación a menos que ese poquito se elimine. La inflación no es un fenómeno estable, no hay una inflación estable, la estabilidad se logra sin inflación o con muy poca. Cuando hay inflación y va aumentando la tendencia, lo esperable es que va a haber más inflación, no menos. Los encargados de darse cuenta del riesgo son los dirigentes. La gente vive, goza o sufre la realidad tal como es hoy, pero el dirigente tiene que ver más allá, y prever el posible agravamiento y tomar medidas.

P.: ¿Cree que estamos yendo en el camino a la hiperinflación?

D.C.: Prefiero no hacer pronósticos. Prefiero utilizar mis conocimientos para señalar los riesgos y decir qué habría que hacer para evitarlo.

P.: ¿Cree que es momento de ocuparnos de la inflación?

D.C.: Sin duda, apenas termine el proceso electoral y quede definido el gobierno, lo primero que deben hacer es armar un plan económico que apunte a bajar la tasa de inflación. Argentina necesita más que eso, debe reorganizar la economía, redefinir reglas de juego que lamentablemente han quedado totalmente distorsionadas desde el 2002 en adelante. Un nuevo gobierno lo primero que tiene que hacer es dejar en claro qué tipo de organización económica visualiza para el futuro que permita a Argentina estar integrada al mundo y obtener beneficios duraderos. Definir un plan económico que logre bajar la inflación. El ingrediente fundamental para esto último es hacer al Banco Central responsable de la lucha contra inflación y darle autonomía para manejar la política monetaria para bajar la inflación. Necesitamos una moneda convertible pero flotante y un Banco Central enderezado a mantener baja la inflación, eso va a producir los mismos efectos que en su momento produjo la convertibilidad con tipo de cambio fijo, que fue ayudar a un clima de estabilidad.
Ambito Financiero

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